lunes, 20 de junio de 2011

La (des)ilustración violenta de la violencia y el decoloro de la desigualdad social.

La (des)ilustración violenta de la violencia y el decoloro de la desigualdad social.

Por Guillermo Navarro Alvarado

La violencia, una palabra teñida de múltiples ilustraciones artísticas, periodísticas, “científicas” y por supuesto numéricas, plantea una serie de problemas. Abrir la caja de la palabra violencia en albores del naciente siglo XXI es una tarea tan dialécticamente fácil como difícil. Si bien la historia del conocimiento humano tan solo nos ha demostrado que los mayores alcances del pensamiento humanista solo han servido para ser parte de un papel higiénico botado en el inodoro de la práctica política y de cualquier conciencia que eche andar a la humanidad, también es una serie apilada de libros que van desde los alcances mas altos en Kant, en Hegel, en Nietzsche, en Marx y en las brillantes tareas emancipadoras viviendo en la Escuela de Franckfurt, en la tarea de Foucault o en las palabras inspiradoras de Sartre, todo este y más conocimiento producido, abogado y esperanzado aunque fuera en su actitud más pesimista, todo ha sido históricamente y constantemente desechado a través de la reproducción del conocimiento en nuestras prácticas, nuestros centros de estudio y por supuesto en el quehacer político, al que poco le sirve y hasta miedo le da la palabra “conocer”.

Este mantel puesto en la mesa epistemológica de este ensayo y en el teñir constante de las revistas científicas, de las obras artísticas, de la opinión pública y de cuanto lugar se busque en el mundo y en la realidad costarricense, es el punto de partida para decir ahora ¿Qué es el conocimiento y cuál es su línea prepotente en las palabras violencia y desigualdad social?

Ante esto Max Horkheimer el destacado pensador alemán de la Escuela de Frankfurt en su ensayo publicado en 1937 cuyo título ya nos abre por si solo el panorama, hablo de Teoría Tradicional y Teoría Crítica, dibuja con una pequeña cita lo entendido como conocimiento para el mundo occidental “…Al pensamiento tradicional le son externos, tal como se ha expuesto, tanto el origen de los estados de cosas determinados como la utilización práctica de los sistemas conceptuales en los que aquéllos se recogen…” (Horkheimer, 2000, pág. 43). Por lo tanto vamos a rastrear en un esbozo arqueológico que se entiende por conocimiento y que es el conocimiento, con el que se tiñen los gigantes índices de desarrollo, violencia, pobreza y tantos otros que les encanta utilizar a los y las científicas sociales en sus exposiciones y gruesos libros del estado de las variables en la Nación.

Como Horkheimer plantea en la división de la Teoría tradicional y la Teoría crítica, vale la pena preguntarnos ¿De donde proviene la palabra índice? ¿Por que utilizamos estadísticas? y sí ¿Es verdad que los números siempre remiten a la exactitud? El conocimiento, el “avance”, “progreso”, “el desarrollo”, son palabras tan bien ligadas por el imaginario científico, por los ministerios y por la mayoría de la gente “docta” y conocedora de los temas economicistas que van a salvar a la humanidad de todos y cada uno de los problemas sociales, entre ellos la violencia y la desigualdad. Pero la ingenuidad es la lluvia constante que permea todos y cada una de la palabras citadas en este párrafo. Así como la cita antes expuesta planteaba la externalidad del origen de los sistemas conceptuales; estas palabras, estos conceptos y estas preguntas son tan externos al conocimiento que cuando asistimos a las ferias de desarrollo y a las presentaciones de índices de violencia, nunca acatamos aquel precepto de la “capacidad de preguntarse”.

Entonces vamos a responder la primera pregunta ¿Qué es el conocimiento? El conocimiento no es más que la viva representación de la ideología del poder, es la destrucción de la creatividad humana y la seudo concreción constante de la realidad, producida y reproducida por nosotros mismos. He aquí la primera definición dura y destructora de nosotros (quienes me leen y quien escribe) y la primera reacción violenta a la palabra violencia; pero para aclarar esto remitámonos al primer párrafo de este ensayo, con el cual recordaremos que los mayores alcances del conocimiento, de la humanización, no han servido más que para el adorno y el olvido en el gran proceso de la especialización bárbara[1] como diría Ortega y Gasset. Por lo tanto la palabra aquí expuesta como conocimiento es tan solo el disfraz de la ideología hasta en el propio quehacer científico y filosófico. Conocimiento en nuestro país Costa Rica, en nuestra región Centroamérica, en nuestro continente América Latina y en Nuestro Mundo; no es más que el entendimiento desinteresado, a la luz de 2 grandes alas llamadas “la filosofía angloamericana” y la lógica formal, con las cuales se ha obviado históricamente todo esfuerzo por conocer las sombras de las cavernas de Platón y de cualquier alegoría que al conocer se haya hecho en la historia.

La herencia utilitarista de la filosofía angloamericana, representada hoy más que nunca en la centralidad de la autoproclamada “economía positiva” y su base epistemológica; es la mayor trascendencia de lo que su hija la razón nos da de buenas a primeras como la “verdad”. Este “el conocimiento” para lo que aquellos hombres de olor a industrialización llamaron sentido común es hoy la base de generalidades tan gigantes y destructivas como el egoísmo en la humanidad. O también, otro ejemplo que tanto nos gusta a todos, el saber de los números, X o Y forman parte de la pobreza, porque la línea dice que X o Y ganan tanto menos que I (aunque I no le alcance para estudiar, solo para comer).

Bueno “el conocimiento” que llamare operante, es la sedimentación del avance y el quehacer tanto de la praxis social como de su impulso teórico pero ¿Qué tiene que ver esta crítica a la racionalidad, tan genialmente desarrollada por otros pensadores, con la violencia y la desigualdad social? Pues la respuesta es tan fácil como mirar una moneda; mirémosla y encontraremos que una de las caras está teñida de poéticos conceptos y números progresistas, a veces tan humanos que buscan “un mundo mejor”, pero también en su otra cara se encuentra su producto, sus vidas desechadas y su incapacidad por resolver con sus vacios conceptos, tales problemas.

Para explicar la violencia no necesitamos buscar el quinto elemento del esquema psíquico que provoca la violencia o la “actitud violenta”, tampoco buscar el “gen” de la violencia o envolver la palabra violencia en el misticismo televisivo de lo malévolo y en el producto del “mal”, la destrucción y el fin del mundo. Sino mirar lo más simple y lo que nos parezca lo más ingenuo en las dos caras de la moneda.

Sobre la (des) ilustración violenta de la violencia.

El “gen” de la violencia busca ser eliminado, dirá en algún futuro cercano la ciencia, se explicara ampliamente por esquemas metodológicos matemáticos sobre la estructura genética y se plantearan esperanzadoras expectativas en los mercados financieros por un futuro lleno de pacifismo, democracia y menos problemas sociales, un gran y hermoso futuro, dirán los presidentes inspiradores de esa época, mientras emergerán grandes humanistas que proclamaran el fin de la desgracia en la condición humana; tal vez ante esto nos hincaremos una vez más a la palabra avance y a la madre tecnología. Pero mientras tanto debo decir que tal aseveración es una gran y gigante mentira, total y absolutamente imposible hasta en el mundo más surrealista ¿Por qué? Por qué no es el gen x, quien nos salvara de la violencia, sino nosotros mismos como humanidad. Ante esto Anacristina Rossi, la reconocida escritora costarricense ilustra en su libro Limón Reggae una imagen hermosamente real

“…Las pandillas de Los Ángeles eran castigadas con cárcel, pero los hijos de los emigrantes eran deportados y así trajeron la técnica. Eso dicen. Pero Aisha sabe que los mareros aprendieron la violencia en su propio país y que copiaron de los escuadrones de la muerte la estructura iniciativa y la forma de exigir lealtad. Por eso se ríe cuando oye decir que las maras nacieron entre los mercenarios de la Contra que se fueron a Los Ángeles cuando termino la guerra en Nicaragua…” (Rossi, 2007, pág. 279)

La violencia en su propio país, pero nadie en medio de tanto análisis político, amplio, y acusador se ve a sí mismo, por eso Aisha se ríe. En el comienzo de la palabra violencia, siempre hay inscrito uno, dos, tres y mil acusados. Grata herencia del derecho y el sistema judicial, de la democracia pues. Pero al igual que aquellos que dicen en la novela que la “técnica es de Los Ángeles” estos tampoco hablarían de su responsabilidad sino de ellos los importadores que trajeron esa arma, esa técnica o esa costumbre.

Para comprender la violencia, no debemos teñirnos de imágenes destructivas como fotografías de cuerpos destrozados en medio de la carretera o de gritos pintados de totalitarismo en la televisión pública, sino partir del fuerte subtitulo que Hannah Arendt planteo La banalidad del mal[2]. El mal en su referencia más mítica como la representación misma de la violencia, un proceso tan alto en su banalidad que tanto cuesta comprender.

La culpa, aditamento constante de la violencia es en sí el detonador de esas actitudes antes expuestas, heredadas por el conocimiento operante y descuidado, el cual provoca más que el entendimiento del hecho violento, este más bien lo esconde en el maligno velo que cubre las verdaderas causas y problemas. La reacción totalitaria y alarmante presente tanto en la opinión pública como en la mediatización incesante de la violencia, no es más que la ideología operando y auto justificándose sobre el porqué de los hechos violentos.

El suceso, lo relevante es la violencia, pero es relevante porque el conocimiento necesita que sea relevante y olvidadizo, cada día los diarios en el mundo y en Costa Rica, presentan la guerra, el asesinato y demás hechos violentos como la noticia centralizada del momento, “el suceso” (lo hermoso de la banalidad) este es el proceso de fetichización , la sociedad es constantemente violenta, esta producto de nosotros mismos pero a su vez amparada por miles y millones de mecanismo fetichizados de todo tipo, para vivir con el problema.

Vivir con el problema es el más grande problema, la herencia del conocimiento operante, es esta, “obviar problemas”, olvidarlos, dejar pasar al igual que un desinteresado, la raíz del problema y dejarlo como una técnica heredada, de la culpa de algún otro. El otro de quien no sabemos pero si la gran técnica del conocimiento operante, y es esta quien nos planteara el porqué del problema del cual aun no formamos parte.

Por esto y en esto el primer problema de la violencia es que parece no sabemos nada de ella. Las estadísticas nos alarman porque crecieron tantos puntos porcentuales en el crimen organizado y nunca preguntamos ¿qué es el crimen? Puesto que esa estadística es el mismo telón banal que aleja la violencia, es la fetichización numérica de la violencia, con la que todos y todas vivimos violentamente gritando en contra, que queremos más justicia.

Y hoy en la televisión aparecen mesas de debate en donde se preguntan, por ejemplo ¿De dónde viene la violencia a la mujer? ¿Porque el hombre actúa así? ¿Quién es ese monstruo, ese fantasma de la violencia que nos está colonizando? En consecuencia el fantasma se transforma en números, en la crisis de valores de la sociedad (la sociedad a la cual no pertenecemos, solo de lejos) o en la falta de medidas más fuertes y crueles a los agresores violentos. Pero nunca abrimos un pequeños libro de filosofía y preguntamos por qué solo hay hombres, o jamás preguntamos porque el hombre es la cabeza del hogar (como dicen por ahí); porque la negación de la mujer es la línea principal de la historia occidental, de la gran edificación del conocimiento operante, el cual constantemente permea la praxis social y nos dio como violento resultado la exclusión total de la mujer y su casi eliminación, sino fuera por las mismas mujeres que aun cargan y luchan contra esa violencia.

El ser violento, dirán algunos, naturalizando el proceso histórico de la violencia, es parte del ser humano. Pero el olvidadizo conocimiento operante siempre buscara la forma más fácil de explicar por medio de sofisticados inventos, el banal porqué de las cosas. Sí, siempre lo buscara, porque siempre es más fácil crear un sabor artificial que culparnos.

La violencia es ante todo un proceso histórico, anclado en lo más profundo y también superficial de la sociedad occidental y de la condición humana, pero no por eso natural y aceptable como insuperable, emerge en la sociedad de lo que el gran avance marxista nombro como el proceso capitalista. La violencia tal como la conocemos, banalizada y constante, no nació del capitalismo, pero sí forma una parte central en él. Los actos marginales del mercado producen canceres tan fuertes que hasta miedo le da explicarlos. Es mucho mejor de-construir la violencia, ha tratar de cambiar tal problema.

Problema que se concreta con la destrucción de vidas, con la producción de un imaginario colectivo violento, que provoca en la contradicción un proceso incontenible pero si negable, con mecanismos tan modernos como el disfraz. En efecto, la carrera por alcanzar el todo ya, la liquides, la levedad capitalista y su proceso tan profundo de alienación (conceptos tan estudiados y aun así obviados por el conocimiento operante) no es suficiente para explicar gran parte de lo que se puede llamar la sociedad de la violencia, pues es tan solo por una mera y simple razón, porque la madre conocimiento le da miedo que su castillo conceptual y capitalista se colapse.

Hannah Arendt en un gran trabajo sobre la violencia, ha planteado esta encrucijada por medio de una crítica bastante fuerte, pero que sostiene muy bien la tesis de la (des) ilustración violenta de la violencia; Arendt plantea este degenerado (des)interés a la aclaración y a la solución:

“…En estas circunstancias, hay, desde luego, pocas cosas más aterradoras que el prestigio siempre creciente de los especialistas científicos en los organismos consultivos del Gobierno durante las últimas décadas. Lo malo no es que tengan la suficiente sangre fría como para «pensar lo impensable», sino que no piensan. En vez de incurrir en semejante actividad, anticuada e inaprensible para los computadores, se dedican a estimar las consecuencias de ciertas configuraciones hipotéticamente supuestas sin, empero, ser capaces de probar sus hipótesis con los hechos actuales…” (Arendt, Sobre la Violencia, 2006, pág. 14).

Violenta violencia la del conocimiento y es que entender la palabra violencia y la actitud violenta nos refiere directamente a la agresividad, el golpe, el grito, el suicidio, que a su vez de inmediatamente declaramos es una actitud irracional, incomprensible; pero la violencia a veces es producto de la misma racionalidad, es el producto de la racionalidad instrumental rescatando el concepto del famosos sociólogo Max Weber; nace de esa herencia del conocimiento operativo tan absurdo y desinteresado por la condición humana, que rige cuanto lugar busquemos en la sociedad y el cual pierde su control por la inutilidad de sus respuestas. Evidentemente Arendt citada, explica la posición de los políticos y de los científicos ante la violencia de la guerra, puesto que así nace de su razón.

Aunque parezca tan claro como el agua, aunque se ponga la piel de gallina ante semejante aseveración, recordemos, cuando en la post-guerra de la segunda guerra mundial, los grandes líderes del mundo político, lo recorrían diciendo y gritando que tal atrocidad jamás podría repetirse. Pero aunque las fotografías de Auschwitz cruzaran el mundo advirtiéndonos de tal atrocidad; parece haber sido este, el mayor olvido histórico. El silencio llenó los espacios de la vergüenza, el futuro prominente creció como espuma más que la violencia y la actitud NAZI de la extrema racionalidad con sus trenes sincronizados a los campos de concentración fue olvidada; el conocimiento operativo se desligo de dicho problema para tachar tal actitud como irracional y guardarlo en los museos de Berlín.

“…Defendiendo a su amada esposa de tres malditos violadores, Julio César Rodríguez Leal, de 48 años, fue asesinado de 7 puñaladas en el pecho la mañana de ayer…” (Gonzaléz, 2011) Este es el comienzo de un artículo de sucesos presente en el Diario Extra del 9 de abril. Los tres malditos violadores, mataron a Julio de 7 puñaladas. La violencia desdichada es un fantasma, los violadores destructores ha hecho otra de las suyas y mataron a otra persona, nadie sabe de ellos, nadie los conoce, pero sabemos que son monstruos anti-humanos. Seguido a esta noticia, pasaremos la página y leeremos las demás atrocidades desarrolladas en el día a día costarricense. Luego en la sección internacional tal vez leamos las atrocidades del último dictador estrella de los medios de comunicación y sus artículos y opiniones. Sin duda esto hará que pensemos en que el mundo es violento y que cada vez vamos de peor en peor. Y el mundo es violento, es constante y sucesivamente violento, cada día a día parece más violento y con ello vivimos, pero nunca preguntamos porque es violento y si acaso se mira algún documental revelador sobre la relación de la guerra y el crecimiento de la economía, pensaremos que es algo horrible o algo descabellado, pero así como la pobreza genera dinero en las casas de medición y en las campañas políticas, la violencia también lo genera.

Hablar de violencia puede hacer referencia a diversidad de tipos sustraídos de tan general termino; tipos que indudablemente se disfrazan entre sí como simplicidades que aparenten poca importancia; la violencia económica, la violencia política, la violencia psicológica, la violencia verbal, la violencia teórica, la violencia física, y tantos de miles de tipos de violencia. Pero sea cual sea la que estudiemos y tratemos de entender siempre encontraremos su medio y su justificación; “…La verdadera sustancia de la acción violenta es regida por la categoría medios-fin cuya principal característica, aplicada a los asuntos humanos, ha sido siempre la de que el fin está siempre en peligro de verse superado por los medios a los que justifica y que son necesarios para alcanzarlo…” (Arendt, Sobre la Violencia, 2006, pág. 10).

Que gigante quitar la tapa de la violencia por la violencia, herencia disque teóricamente correcta por algunos esperanzados y por otros especializados, pero más que nada el motor de la violencia es el no conocimiento o el conocimiento visto por la tela constante en la sociedad del conocimiento operante, de su ideología. Para ejemplificar como el fenómeno de la violencia se encadena constantemente y explota en esa reacción sin ser parada hasta que la contradicción sea insostenible, pondré ejemplos de estos tipos de violencia dependientes y de su incomprensión total y poco esfuerzo.

El primer ejemplo, se sustrae de la coyuntura violenta contra la educación universitaria el año 2010. La entrada de agentes del OIJ (Organismo de Investigación Judicial) al campus universitario Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, provoca un enfrentamiento entre los, las estudiantes y agentes; el hecho televisado y trasmitido en vivo para todo el país, presenta características tan interesantes como el mínimo esfuerzo por parar el show y detener los golpes y gritos de insulto de ambas partes. Seguido a este hecho la opinión pública y los altos estudiosos en materia legal se esfuerzan por aclarar el termino Autonomía y esto es rodeado por una parcialización de los medios de comunicación en contra de la reacción de los y las estudiantes, como lo plantea en un análisis acertado la Socióloga Nora Garita en el Le Monde Diplomatique de octubre 2010 “…La cobertura mediática fue parcial, se minimizaron las declaraciones del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, quién recordó el rango constitucional de la autonomía universitaria. En aquel momento se cuestionaron aspectos jurídicos de esa autonomía. Durante el proceso de negociación se cuestiono también la capacidad de la Universidad para administrarse y definirse a sí misma…” (Garita, octubre 2010). Puntos clave de dicho análisis y ejemplo, es que en dicho acto violento, la reacción desencadenante, tachada como una actitud irracional es mucho más racional de lo que parece, debido al hecho que se esperaba consumar, una detención policial en un campus autónomo, lo cual da como resultado el acto violento aquí expuesto y que luego se convierte en más violencia al desencadenar una opinión pública vengativa atacante hacia la misma Universidad y con lo cual la violencia política toma forma en la base de la guerra mediática como la llama Nora Garita.

El hecho no solo se consuma y re sustenta en odios e insultos, sino que también encontraremos en el acto violento el medio y el fin; en el mismo análisis expuesto por Nora Garita encontramos estos conceptos bien definidos “…Como actor detrás de bambalinas, el Banco Mundial intervino y formuló su propuesta: ni autonomía ni financiamiento “tradicional”…” (Garita, octubre 2010); el medio de dicha violencia es la misma representación de ella, en el show mediático, este en su banalización provoca la reacción en cadena que sustrae el fin esperado por el método, la propuesta política y esto a su vez se ve amparado por el conocimiento operativo e ideológico que amplía la violencia por medio de seguimientos mediáticos y acoplamiento del conocimiento, evitando cualquier tipo de palabra critica en la construcción del ideal costarricense.

Aquí notamos la palabra ideal, esta utilización se refiere claramente a la construcción del imaginario en la aplicación del conocimiento operativo; y es de manera también llamativa que la violencia, en su desmedida dimensión y destructiva capacidad retoma dicho concepto para formarlo como parte de su cadena acumulativa de auto reproducción violenta, cuando hablo de la violencia me refiero a la incorporación en ella de los actores que la ejercen, que la practican, que la desarrollan y como Foucault anuncia, la legítima por medio de quien la ve y la juzga[3]. El ideal tiene como papel de construir el rastro de nocivo en la violencia ejercida, un ejemplo claro es la guerra, la cual dentro de las construcciones nacionales buscan legitimarlas por medio de fines y valores relativos a los imperativos nacionales. En el caso del primer ejemplo la legitimización tiene múltiples formas ideales, como la derivación a planteamiento pacifista de doble discurso o la misma repetición de imágenes seguidas por el valor ideal del policía o investigador.

El segundo ejemplo que pondré aquí es el referente a la inmigración y la violencia como racismo; este caso en particular es uno de los más ilustrativos del disfraz de la violencia y de su olvido por parte del conocimiento operante. La inmigración como fenómeno, se presenta por diversas razones, de distinto tipo, coyunturas políticas, coyunturas económicas, coyunturas sociales y por supuesto, violencia. Como antes se analizo, la violencia es un sistema en cadena, no es por sí mismo un hecho de matanza aislado ni una reacción asilada, es un producto del contexto, de la historia y de la misma violencia.

La inmigración es un fenómeno constante en el mundo, no es nuevo, no es cíclico sino que ha sido recurrente y parte de la historia humana. Aunque constantemente el conocimiento operante subraye por medio de nuevos pensadores, analistas emergentes y personajes del conocimiento cada vez más llamativos para las masas, que el “nuevo fenómeno de la inmigración en Europa”, “la ola inmigratoria en Estados Unidos”, y el rio de “nicaragüenses corriendo a Costa Rica” es lo último en la historia, algo nuevo. Este proceso no es más que la continuación de un transcurso humano, parte de la misma condición humana.

Pero la violencia en la inmigración es en sí una representación tan simbólicamente atroz como la muerte a mano armada de cualquier ser humano. Una de las noticias más demostrativas de la violencia en el proceso inmigratorio, es la representada por el caso de Natividad Canda Mairena, joven de 25 años de edad muerto por el ataque de dos perros Rottweiler en La Lima de Cartago, estos hechos ocurridos el 10 de noviembre de 2005, dio a relucir a flor de piel, la palabra y la práctica de la violencia.

Este hecho detono una serie de debates sobre la inmigración, un sinnúmero de chistes y de arrebatos nacionalistas, justificando incluso el violento papel de los perros, elevando en el imaginario costarricense dicho hecho más que como un problema, algo afable y gracioso. Incluso el hecho violento derivo luego en una disputa política y nacionalista sobre el papel de la inmigración y su disque “destrucción” de valores nacionales. Citare para esto una noticia bastante representativa “…Las conclusiones a las que llegó la CIDH para tomar la decisión favorable a nuestro país, fueron las siguientes: La CIDH no tiene competencia para examinar las presuntas responsabilidades alegadas en la solicitud de Nicaragua. No se agotaron los recursos internos. Costa Rica probó que los recursos de la jurisdicción interna estuvieron disponibles y además el Estado demandante no aportó prueba alguna que permita a la CIDH, determinar que la indigencia de las víctimas, les impidiese acceder a los recursos de la legislación interna. La CIDH consideró que Nicaragua no aportó prueba suficiente que permita concluir que existió un retardo de justicia…” (Valverde, 2007) tal conclusión a la cual se hace alusión en este artículo publicado el día 13 de marzo del 2007, es la conclusión del CIDH (La Comisión Interamericana de Derechos Humano), este proceso de cobertura y de transformación del “caso” en la utilización de palabras nacionales así como en esa deliberación hacia lo irracional es la viva banalización de un hecho realmente violenta y que sirve para sujetar una vez más egos nacionales y aumentar los perjuicios y estereotipos inmigratorios, basado y producidos por la violencia.

La violencia, que se plantea la solución en la indignación con el otro, la culpa del crimen a quienes vienen de afuera y tantas de tantas expresiones racistas, que por ser costarricense se niegan como violentas pero que son imposibles de negar. Son imperativos que forman parte de la dolorosa acción violenta, para concluir con este ejemplo tomare la cita de una posición reflejada en la opinión del periódico La Nación por el abogado y economista Jorge Guardia, quien utiliza los elementos violentos ya banalizados para expresar una posición nacionalista en la coyuntura del conflicto de isla Calero “…Les llegó la hora de vengar a Natividad Canda, a los trabajadores explotados con salarios bajo el mínimo legal y las servidoras domésticas acosadas sexualmente. Explotó el resentimiento embotellado tanto tiempo (se vio en la manifestación universitaria en Managua). Es duro reconocer que, a la hora de los tiros, los sandinistas no son timoratos, como nosotros. Si se les mete en el pecho (o las caderas) no dejar ir a Calero, hasta las mujeres pelean. Godoy revela ese talante con María de los guardias…” (Guardia, 2010).

Como último ejemplo de la estructura de la violencia, el crimen en su más enraizado problema social, parece bastante interesante para mostrar la (des)ilustración violenta del término violencia. En la coyuntura de los últimos años, tildada por algunos autollamados especialistas en el tema, se sitúa en la opinión pública costarricense, a la seguridad ciudadana en una “total y absoluta crisis”. Los medios de comunicación costarricense, de televisión y de presa escrita, presentan constantemente términos apocalípticos y cifras preocupantes sobre muertes diarias y asaltos constantes, los cuales se ponderan de tan diversas maneras como el cálculo de los muertos por hora, por minuto y hasta por segundo. Este constante bombardeo “informativo” ha pintado al problema de la inseguridad como algo inmediato y totalmente desasociado de causa alguna; un cáncer de una empresa autónoma al estado, creciente y destructiva que ataca a todas y cada una de las esquinas de la sociedad costarricense.

Y es que la criminalidad si es un problema, es una causa y promotora constante de violencia, que incorpora la muerte dentro de sus formas más extremas y en ella el dolor humano. Pero como la tesis de la violencia aquí presente des-ilustra tal concepto, recordaremos que la construcción de la violencia es más que el hecho aislado violento en la esquina tal de la ciudad tal, es más bien tan solo un punto en medio de la cadena violenta que se reproduce constantemente y la cual su disociación solo puede pertenecer a la consecuencia del conocimiento operante.

Juan Diego Castro, conocido abogado costarricense es la viva representación de esta disociación problemática, la tesis representada por sus opiniones platea como solución inmediata a la criminalidad el aumento de las penas por parte del aparato judicial, este según Castro, daría como resultado la disminución de los índices de criminalidad y la satisfacción de la victimas ante su dolor[4].

Dicho planteamiento abre la puerta a un amplio y polémico análisis, pero como punto central en la representación banalizada de la violencia, el desarrollo de la concepción del problema aislada es ya en si un hecho violento. La culpa hacia el otro, el invisible y la invisibilidad de variables de orden económico, social y hasta político, no presenta en el discurso oficial punto ni numero alguno, la compra de chalecos antibalas en masa y la profesionalización policial, desarrollan entre sí, la solución belicosa que acompaña el aislamiento del problema y de la violencia.

El hecho violento ya banalizado abre la puerta a la producción ideológica y política a su alrededor; la promesa en campaña de mayor seguridad, las técnicas consultores de mayor actitud bélica forman entonces parte de la construcción del término violencia, el fantasma idealista y de construido. El conocimiento operante, jactado de las cifras de inseguridad, deja de lado las heridas provocadas por la sociedad de lo invisible, por la fragilidad de las instituciones gubernamentales ante la actitud huérfana de sus ciudadanos y se convierte en explosiones desesperadas de soluciones rápida, dejando de lado la sucesión encadenada de violencia, empezada por contradicciones insolucionables por el modelo escondite y la concepción de la violencia como un problema para los futuros científicos genéticos que pretenderán encontrar y eliminar el gen de la violencia o cuidado aun con la presencia de la sedimentación totalitaria en el descontrol de la negación del problema.

Ahora la situación del término violencia pierde esa valides talante de los podios políticos y los medios de comunicación, pasando a ser una constante y preocupante cadena, ya no de estadísticas financiadas, sino de factores aun más complejos pero ante todo negados por el conocimiento operativo, que en su constancia ha dejado el alcance de la ciencia al avance tecnológico aplicado a la “positividad” del mercado en el cual la racionalidad parece ser la solución inmediata al sector financiero.

El decoloro de la Desigualdad Social

La positividad, connotación de algo bueno y progresista, es sin duda el encierro del desarrollo en la modernidad, la representación violenta de la economía liberal y su ponderación en todos los campos del conocimiento operante, es sin duda alguna el color de la utilización terminológica, constructivista e ideológica de la realidad. Esta emerge más violentamente en coyunturas política de rango partidista o políticamente comercial, así como debates del libre comercio, la apertura comercial y sus distintos tintes en cuanto a relaciones “fraternas” que se transformaran en obras arquitectónicas y gigantes espacios de intercambio comercial.

Estas manifestaciones tan explicadas con imágenes multitudinarias, a veces parecen repeticiones instantáneas de las documentadas olimpiadas Nazis de 1936, en donde la demostración multitudinaria desentraño aquello a lo cual el aparato ideológico construía; la edificación de una fuerte nación progresando ante el mundo. Hoy esto no parece diferente, en países como Costa Rica y Panamá se representa el mismo grito de gran nación ante todos y cada uno de nosotros mismo. El color es pintado por el pintor del conocimiento operante, la instrumentación para construir el principio y el final de una historia acomodada, violenta y negada.

Pero el cuadro de la falacia constante se destiñe continuamente, las contradicciones de su propia “aparente” majestuosidad, por más banalizada que sea, se colapsa en cierta cantidad de pedazos que aun así negamos. He aquí el decoloro de las palabras pintadas como belleza en la ciencia, en la utilización de vocabulario empíricamente técnico y moderno, desarrollo, línea, progreso y desigualdad social.

Sería tan fácil plantear explicaciones de tipo empírico acompañado de gráficos arquetípicos y líneas que marcan la igualdad y la desigualdad. Pero como la gran lucha de todos todas y cada uno de los seres humanos no es la negación y trasformación de la realidad en abstraccionismos violentos, porque también existe la violencia teórica, utilizare la herramienta de decoloro al término productivo en ganancias de la desigualdad social.

Existe una línea de la hermosa novela de La insoportable levedad del ser del escritor Checo Milán Kundera que bastante sirve para mojar el pincel con agua en la tarea del descubrimiento “…La nostalgia del paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre…” (Kundera, 2010, pág. 309). Y parece que ésta, nuestra negación es lo más horrible de la pregunta y la respuesta en el concepto de la desigualdad social. En los índices internacionales Costa Rica crece y crece exorbitantemente (dicen algunos), el país escala posiciones como un caballo galopante que parece estar cerca de alcanzar la meta, la meta abstracción del desarrollo; mientras esta se siente nostálgica porque aun es Costa Rica y no la Suiza centroamericana o la rebosante nación sin límites constructivos y de inversión.

Que vaga es la violencia, porque mientras caminamos en la senda que los países desarrollados construyeron para los países pequeños del sur, dedicamos horas de horas de sueño a la carrera por el título mundial en el mundial de futbol y a la carrera espacial, enganchada en la provincia de Guanacaste.

Esto como diría la canción del cantautor Silvio Rodríguez, no es más que un epistolario del subdesarrollo[5] en donde se recogen las banalización y rasgos absurdos del conocimiento operante y las constantes políticas hablar de desigualdad social es igualmente absurdo como la música puesta constantemente hacia un sordo.

A veces o más bien siempre en el ejercicio intelectual si es que este existe en este epistolario, las muestras de los desiguales no son más que las muestras de fetichizaciónes para el entretenimiento ejercitado y la opinión en medio de vinos con canapés que forman parte de gruesos libros como el Estado de tales o cuales indicadores.

La sociedad y el conocimiento se han convertido en procesos tan inhumanos que la pobreza, uno de los rangos más violentos a la condición humana, no es más que la medida ideal o real de clasificaciones metodológicas. Algo tan absurdo como tal proceso es el constituyente de las políticas mismas que sostienen el “a punto” de llegar a la meta.

No es la desigualdad social, ese concepto comparativo que hace reminiscencia a tanto biologismo, la verdadera medida de los problemas. Cuando en el siglo de las luces tantos de tantos hombres (porque a las mujeres las ahorcaban[6]) se vanagloriaba de la igualdad, la fraternidad y la libertad, los gritos corrían entre la madre razón la cual salvaría a todos (la burguesía) de las grandes peripecias (los impuestos monárquicos y el antimercado) en la construcción de un nuevo y gran mundo ¿Pero para que ir a las bases de las luces, tan criticadas? Ahora mismo la diosa razón camina constantemente proclamando los mismos ideales y olvidando a todos y cada uno de los desiguales.

La historia tal como se conoce, no es más que la conjunción de hechos reproductivos para el fin del orden social; la desigualdad social y sus niveles de medición no son la pastilla enardecedora y el consiente de un país igual, de una región igual ni de un continente igual. Pero hay que poner un poco de esperanza, la historia es la historia del derrotado, de lo escondido y esto es la desigualdad social, un brochazo aparente, la tangente que los hombres y mujeres ven como la hermosa obra por la cual trabajar en el futuro pero que tan solo cambiara de color sin que crucemos el muro.

Walter Benjamín, poco conocido en las calles o en las cenas de discusión sobre la desigualdad, plantea miradas escalofriantes sobre este camino desmedido del conocimiento operante “…Y éste amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a sus propios receptores. Para una y otros él es uno y el mismo: a saber, convertirse en instrumento de la clase dominante. Así, en cada época es preciso intentar arrancar de nuevo la tradición al conformismo que siempre se halla a punto de avasallarla. El mesías no viene solamente como el Redentor; vienen como vencedor del Anticristo. El don de encender la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiógrafo que esté convencido de que ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si es que éste vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer…” (Benjamin, 2008, pág. 308).

Que violento mirar a través de la pobreza, por que esta se encuentra debajo de las ruinas de la historia y de nuestra sociedad, la desigualdad no es más que la escusa para el alcance de objetivos heredados en pro del establecimiento de un campo de juego en donde todos y cada uno de nosotros nos comamos en iguales condiciones. Dirán los liberales que la libertad radica en esto, luego responderán los políticos-burócratas y también alzaran la voz exigiendo que todo el decoloro se demuestre trabajando por el país, por la región, por el continente y por el mundo.

Mientras tanto la consecución mediática hablara constantemente de la inflación, el crecimiento desmedido de la criminalidad y el último hueco de la infraestructura vial costarricense. Pero el paradójico conocimiento operante, no planteara una solución a la desestructuración laboral, la cual reproduce trabajos tan distantes y livianos que parecen más una ilusión fugaz o liquida como la llamaría el Sociólogo polaco Zigmunt Bauman:

“… En una época pasada, el capital estaba tan fijado a un lugar como los trabajadores que contrataba. En la actualidad, el capital viaja liviano, con equipaje de mano, un simple portafolio, un teléfono celular y una computadora portátil. Puede hacer escala en casi cualquier parte, y en ninguna se demora más tiempo que el necesario. El trabajo, por otro lado, sigue tan inmovilizado como en el pasado… pero el lugar al que antes estaba fijado ha perdido solidez…” (Bauman, 2002, pág. 65)

La inconsistencia representativa de cifras recitadas contantemente en discursos no parece ser más que llenarse de trofeos para la carrera exitosa que debemos alcanzar ¿Pero cuál es la carrera? A la sociedad parece habérsele puesto un antifaz para que corra en masa hacia el fin del camino, sin fijarse en quienes piza, empuja y deja en el camino.

Desigualdad social no hace referencia a la humanidad o a la mejora de las condiciones materiales para la realización de cada uno de los hombres y las mujeres, hace referencia a la compra masificada de tenis para quien corre hasta la meta, justifique dicha carrera que no se sabe si va hacia un guindo.

Las transformaciones de las condiciones de “desarrollo” cambian en esta carrera, imponen nuevas guías puntualizadas para cumplir y el conocimiento operante subyaga a los hombres y las mujeres intelectuales a obedecer y repetir con grandes manos que todos corran hacia la meta.

Una de estas soluciones resplandecientes son el trabajo, “generar riqueza”, hacer de nosotros la entrega al gran capital para alcanzar la igualdad, el par de tenis para todos y cada uno de los ciudadanos, que violenta la forma de pensar de todos y todas, que violenta la forma del conocimiento operante. ¿Pero en que nos montamos, qué trabajos son esos creados, son acaso la llave mágica (mística) de la solución de todos y cada uno de los problemas?

“…Los pasajeros del barco del “capitalismo pesado” confiaban (no siempre sensatamente, por cierto) en que los selectos miembros de la tripulación autorizados a subir a la cubierta del capitán llevarían la nave a destino. Los pasajeros podían dedicar toda su atención a la tarea de aprender y seguir las reglas establecidas para ellos y escritas en letra grande en todos los corredores del barco. Si protestaban o incluso se amotinaban, era contra el capitán, que no llevaba la nave a puerto con suficiente rapidez o que no atendía debidamente a la comodidad de los pasajeros. En cambio, los pasajeros del avión del “capitalismo liviano” descubren con horror que la cabina del piloto está vacía y que no hay manera de extraer de la misteriosa caja negra rotulada “piloto automático” ninguna información acerca el avión, del lugar donde aterrizará, de la persona que elegirá el aeropuerto y de si existen reglas que los pasajeros puedan cumplir para contribuir a la seguridad del aterrizaje…” (Bauman, 2002, pág. 65)

Pero para la desigualdad social, “el barco ya zarpó”, conocida frase del profesor en economía Ricardo Ernst de la Universidad de Georgetown, expuesta dicho sea de paso en vivo y para todo el continente en el conocido programa de Alberto Padilla, Economía y Finanzas del canal CNN en español un día antes del referéndum sobre el TLC (tratado de libre comercio) entre Costa Rica y los Estados Unidos de América, refiriéndose vehementemente al salvador acuerdo.[7] El barco ha zarpado y todos nos debemos montar en la solución de la carrera, la desigualdad social debe ser uno de los punto a cubrir, aunque no sepamos cual carrera es esta.

Y he aquí otro hecho violento que se sustrae de tan maquillados y coloridos enunciados, lo peor de la desigualdad social es su carácter individual. Cuando el célebre politólogo Francis Fukuyama apareció, después de la caída del muro de Berlín (también violenta), en el escenario del conocimiento operante, planteo dos violentas tesis el fin de la historia y su célebre frase “el subdesarrollo está en la mente[8] (Fukuyama, 1992), esto dio como resultado algo que evidentemente puedo sumar a otro punto de vista célebre de la ex primer ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, la cual cito en su idioma original I am homeless, the Government must house me! and so they are casting their problems on society and who is society? There is no such thing! There are individual men and women and there are families and no government can do anything except through people and people look to themselves first. It is our duty to look after ourselves and then also to help look after our neighbors and life is a reciprocal business and people have got the entitlements too much in mind without the obligations, because there is no such thing as an entitlement unless someone has first met an obligation and it is, I think, one of the tragedies in which many of the benefits we give, which were meant to reassure people that if they were sick or ill there was a safety net and there was help, that many of the benefits which were meant to help people who were unfortunate—" It is all right…” (Thatcher, 1987)[9] con lo cual el llamado último giro del conocimiento operante, traslado todos sus conceptos a la culpa individual, entre ellos la desigualdad social.

Aunque Costa Rica piense que en sus discursos de proclama, dicha constancia del pensamiento no se filtra en sus voces, no existe mayor prueba de esto que el retiro progresivo del Estado de diversas áreas políticas, dejando esto a la responsabilidad del mercado y dándose por sí mismo como un modelo defendido por la misma Margaret Thatcher y sus Think Tanks, buscando esa responsabilidad individualista perdida en la actual crisis económica.

Es así como el panorama de la desigualdad social decolora sus arcas de utilización violenta y se va convirtiendo en utilización ideológica más que en hechos reales. Decir que somos desiguales no es más que una tangente para evitar decir que somos pobres y con ellos dar la responsabilidad de salir adelante a aquellos que respiran los aires de la pobreza y la marginalidad. Tal vez la igualdad de condiciones pretendida por la marca de 0 desigualdad social, pertenezca al ámbito de la diferenciación de trabajos productivo/ improductivos, de carreras improductivas por productivas y de la delimitación de la realización humana por el empleo alienado y liquido de los call centers y sector servicios (representados por el crecimiento turístico y otros tanto procesos de sustitución de trabajos).

Es que la desigualdad social se pretende entonces como un representante más de la cadena violencia; banalizada, fetichizada, ideologizada y garante productiva de ganancias para las casas de medición y demás centros de estudio. La pobreza también es un producto, un producto el cual forma parte de la banal sociedad violenta, la cual se ha olvidado desde su nacimiento de analizar la condición humana y de pretender una mínima mejora.

Mucho mejor es disfrazar el problema con el nombre desigualdad social que enfrentarlo con conocimiento y medidas validas a la capacidad humana, dejando el interés para aquellos quienes sus números forman parte de la sublimación de la culpa, que para aquellos que realmente se preocupan por la condición humana.

No en vano han muerto miles de miles de personas en busca de términos descontrolados he ideológicos como la pretendida libertad, igualdad y fraternidad, que tan solo han dado resultado a la constante ruina del las sociedades, transformada por algunos en florecidos campos productivos para unos cuantos individuos realizados en “su” propia sociedad. Así la desigualdad social, fruto de distintos tipos de violencia (teórica, inhumana) seguirá formando parte de la nada histórica y de la superficie de las ruina. Siempre siendo utilizada por aquellos sublimados y contentos hombres y mujeres fruto de su autoproclamado saber, en cocteles sobre cómo eliminar la pobreza. O como el gran Karl Marx diría en su Prefacio a la Critica de la Economía Política (olvidado hoy por el conocimiento, gracias a la prostitución del conocimiento operante en la decaída Unión Soviética) “…No es la conciencia de los hombres lo que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia…” (Marx, 1977, pág. 43)

Bibliografía

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Arendt, H. (2006). Sobre la Violencia. Madrid: Alianza Editorial.

Bauman, Z. (2002). Modernidad Líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Benjamin, W. (2008). Sobre el Concepto de Historia, tesis VI. En W. Benajmin, Obras completas, Libro I/ vol.2 (págs. 302-318). Madrid: Abada Editores.

Fukuyama, F. (1992). El fin de la Historia y el ultimo hombre. México: Planeta.

Garita, N. (octubre 2010). Guerra Mediática contra la Universidad Publica. Ofensiva Neoliberal en Costa Rica. Le Monde Diplomatique en español , 22.

Gasset, J. O. (1983). La Rebleión de las Masas. Barcelona: Alianza Editorial.

Gonzaléz, D. L. (9 de abril de 2011). Lo matan al defender esposa de violadores. Diario Extra , pág. http://www.diarioextra.com/2011/abril/09/sucesos01.php.

Guardia, J. (22 de noviembre de 2010). Opinion: En Guardia. La Nacion , págs. http://161.58.182.33/2010-11-23/Opinion/Foro/Opinion2598742.aspx?Page=1.

Horkheimer, M. (2000). Teoría Tradicional y Teoría Crítica. En M. Horkheimer, Teoría Tradicional y Teoría Crítica (págs. 23-79). Barcelona: Paidos.

Kundera, M. (2010). La insoportable levedad del ser. México D.F: Tusquets.

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Rossi, A. (2007). Limón Reggae. San José; Costa Rica: Editorial Legado.

Thatcher, M. (31 de October de 1987). Aids, education and the year 2000!. Interview for Woman's Own. (D. Keay., Entrevistador)

Valverde, G. S. (13 de Marzo de 2007). Rechazan Demanda Nicaraguense en Caso de Muerte por Rotwailler. Diario Extra , pág. http://www.diarioextra.com/2007/marzo/13/nacionales01.php.



[1] En cuanto a este concepto, plantea la especialización del saber como un proceso constante en todos ya cada uno de los ámbitos del conocimiento. Ver: Gasset, J. O. (1983). La Rebelión de las Masas. Barcelona: Alianza Editorial.

[2] Presente en la obra de Hannah Arendt sobre los juicios del general NAZI Eichmann en Jerusalén. Referencia: Arendt, H. (1999). Eichmann en Jerusalén. Barcelona: Lumen.

[3] Esta explicación se debe al texto escrito por Michel Foucault El Sujeto y El Poder, en el cual Foucault explica los mecanismo de legitimización del poder y sus herramientas sobre los sujetos en los que ejerce el poder

[4] En cuanto a estas opiniones de Abogado Juan Diego Castro, pueden verse la sucesión de opiniones en el medio televisivo costarricense Canal 7, ejemplo de esto son las declaraciones dadas el 7 de abril del 2011, también presentes en la página web del canal http://www.teletica.com/noticiadetalle.php?id=92985&idp=1 o para efectos de mayor ampliación también las declaraciones del 23 de diciembre del 2009 o del 10 diciembre del 2009 entre otras presentes en los links http://www.teletica.com/noticiadetalle.php?id=30567&idp=1 y http://www.teletica.com/noticiadetalle.php?id=30567&idp=1

[5] Termino utilizado por el cantautor cubano Silvio Rodríguez en la canción del mismo nombre, Epistolario del Subdesarrollo, la cual se encuentra presente en el disco llamado “Erase que se era”(2006). Esta narra aspectos y rasgos característicos del subdesarrollo en la isla de Cuba, los cuales son comparados a los rasgos europeos.

[6] Para ejemplificar esto, buscar el caso de Olimpia de Gouge, intelectual francesa autora de la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, la cual fue ahorcada en el año 1793.

[7] Para encontrar la entrevista completa, puede buscarse en el sitio web Youtube, el cual en el siguiente link presenta la entrevista completa http://www.youtube.com/watch?v=MuHddmYVWtI

[8] En relación a estos términos puede consultarse el libro de Fukuyama El fin de la Historia y el último hombre de la editorial Planeta: Fukuyama, F. (1992). El fin de la Historia y el ultimo hombre. México: Planeta.

[9] La traducción de dicho párrafo en el idioma castellano es: "Estoy sin hogar, el Gobierno debe mi casa!" por lo que están emitiendo sus problemas en la sociedad y que es la sociedad? No hay tal cosa! Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de la gente y la gente mira a sí mismos primero. Es nuestro deber cuidar de nosotros mismos y también para ayudar a cuidar a nuestro prójimo y la vida es un negocio recíproco y la gente tiene los derechos de demasiado en cuenta, sin obligaciones, porque no hay tal cosa como un derecho a menos que alguien tiene primero cumplen una obligación y es, creo, una de las tragedias en las que muchos de los beneficios que damos, que estaban destinados a tranquilizar a la gente que si estaban enfermos o malos había una red de seguridad y no había ayuda, que muchos de los beneficios que se pretende ayudar a las personas que fueron desafortunadas "

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